domingo, 10 de octubre de 2010

El Golema argentino




En la primavera del dos mil nueve, un hecho conmovedor nos interroga acerca de la naturaleza humana. Una logia musical ha entregado a la medicina y a la religión a uno de sus héroes: herido, digamos que grave. Medicina y Religión le devuelven a la logia un muñeco de hule, espectro humano del chancho de Pink Floyd. 

Ante esta estafa, la logia reflexiona:
            “La voluntad está en la frente de Golem orientada hacia la supresión del conflicto y la negación del Ser. El resultado no puede ser más inquietante: colores, gestos, rememoraciones se ejercitan a la velocidad del absurdo”.

 Golem, en hebreo, significa “tonto”. El amigo Adán fue el primer Golem. Nuestro eximio músico, el último en aparecer. La ciencia se encargó de ponerle traje de crisálida, y la religión redujo su espíritu, otrora exacerbado por el rock, a su mínima expresión: una fuerza capaz de crear un corte de manga sin onda y hacerlo sentar en un piano que no recibe amor de ejecutante, sino dogma de zombie.

 No obstante, la logia experimenta una sensación dominada por la exquisitez:
            “la de tener para su compañía un dato del infierno y de la falta de consecuencia: basta mirar al Golem para pensar en una máquina tan familiar como desconocida, la cual no habla por sí misma sino que simula con ridícula perfección la característica física de la voz; fonemas aparecidos, gestos que no se renuevan”.

 Contraponiendo las figuras de un Rocker y un Golem, podemos deducir que: la vibra musical conmueve al Rocker y lo deteriora con arte, lo ilumina y lo mata. La vibra de un Golem es más bien lenta; nacida del barro donde la música es viscosa y su conmoción no va más allá del suelo. Tal vez, sirva para que un gentilhombre adinerado y con ambiciones varias se considere sabio comparándose con su Golem, que a estas horas debe estar rodeado de angelitos gordos, mosquitos metafísicos que lo desangran y rellenan con cera caliente sus venas. Que convergerán en un corazón con forma de bicho canasto.

 En otro pasaje de su extenso comentario, la logia nos dice:
            “Cualquiera que haya escuchado su antigua música, sabrá de la intensidad cambiante y del terror; sabrá de la ironía mansa; que el espíritu hipersensible se nutría de la electricidad del ambiente. Hoy, poco de esto es comprobable. O acaso esté, y solo se trate de un desmontaje de la memoria y de la lógica. Es probable que Medicina y Religión hayan triunfado y nos estén enviando un mensaje que conocemos y que dice: ‘ya se acostumbrarán’”.

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