Atardecer de tripulantes que envían sus máquinas aplastando las sombras de siluetas ubicadas en el asfalto, hacia una catarsis a la que llaman descanso.
Desdichas rabietas sorpresas una que otra burla lamentos siempre por algo que se rompe.
Todo esto meditado al leer un buen libro al compas del daiquiri y la yerba buena o al comer una picada casera con tinto patero mientras se insulta al periodista del noticiero o tomando unos mates lagrimeando al son de una triste melodía etc. etc. etc.
En potencia, luz. Pero solo son hombres deformes. Con dictámenes para hacer crecer la carne y la piel y nada mas. Con féminas rapaces capaces de roer la faz de la tierra entera. Para así quedar como luna representando el pasado, con imágenes que rallentan el andar del caminante. La modorra del pulso.
Una vez que aparece el interlocutor de cualquier rama y especie, comienza un diálogo que transmite en vivo las pulsaciones del corazón por medios físicos químicos mentales astrales para establecer formas y grados evolutivos.
Ambos entes se entrelazan asfixian acarician impactan caen se elevan vuelven a elevarse se tocan conversan cierran los ojos se oyen meditan o eligen el silencio para retroalimentarse.
En los océanos atravesando mares y enraizando nuevos cursos otros mundos reincidiendo en llegar a la evolución por medios mas lúcidos.
Desconcertados pesados sordos teomaníacos dulces ácidos amargos así somos los mortales en esta vida para volver al camino cuando todo este conglomerado de cosas se caiga.
Televisores al mismo tiempo desplegando puntos formando legiones de monstruos detectables a vista sencilla, explicando la supremacía con toscas palmadas de falsa humildad en tanto acaricia ángeles vampiros que imagina a flor de piel y sonrientes bajo sus pies.
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